jueves, 16 de diciembre de 2010

14-1-2010 ¡A BÉLGICA POR CARIDAD!


Bruselas, 15h.
Salir de Reims fue agonizante. No había encontrado ninguna referencia en internet para salir de esta ciudad en autostop dirección Bélgica. Es por eso que al principio me pongo en puntos por los que debían pasar pocos coches que se dirigieran a Bélgica.
Pasado el aburrimiento y el agobio, un punto de desesperación empieza a aparecer en mi cabeza. Después de unas cuatro horas decido cambiar de punto por enésima vez y por el camino decido darme una tregua y comprar en Lidl un chocolatismo guarro para remontar la moral. Al salir del súper, me instalo en un semáforo, dejo las maletas, apoyo la pizarra junto a estas para disponerme a comer.
Ironía. No me da tiempo ni a sentarme porque un coche se ha parado. Se trata de a lo que llamamos un cochazo, una excepción en mi experiencia de autoestopista. En el momento me extraño bastante porque hasta ahora la tendencia ha sido que parasen más bien los pobretones.
El hombre que conduce el coche me despeja la incógnita cuando me explica que en su familia siempre hacen algo bueno por los demás e intentan ayudar al prójimo, que tienen muchos compromisos con el desvalido social.
Una vez incluso acogieron a una familia de rumanos. Adopta una mueca sonriente de melancolía buenoide al rematar que al final la familia limpió la casa, en el sentido menos higiénico de la palabra, antes de irse. Ser altruista te depara siempre un destino muy perro, ya se sabe, pero ¿Y lo bien que duermes después de jugar a remediar?
Hemos llegado a St. Quentin, pueblo cercano a la frontera franco-belga que será mi próxima parada. La amabilidad del conductor no tiene límites. Sonriente, sale del coche a despedirse, saca mi maleta del portaequipajes y cuando ya no hay nada más que decir se saca la cartera del bolsillo de atrás. Atónito, le miro sacar un billete de cinco del mismo y alargarlo hasta mí. ¡Me ha convertido en uno de sus desvalidos sociales!
Aturdido por este momento taxi invertido que se carga por completo la filosofía de mi viaje, no encuentro fuerzas para resistirme a su insistente afán caritativo. No soporto su sonrisa a lo Evita: “Que sí, que lo necesitas, no tienes trabajo. Respóndeme simplemente: ¿Tienes trabajo?”. Me doy por vencido y me quedo allí con cara de tonto. Eso sí, un tonto más cerca de Ámsterdam que hace unas horas y con 5 cochinos euros más.

domingo, 14 de noviembre de 2010

13 de Enero de 2010. RICO, EL VAGABUNDO.









St. Quentin, Picardie (Norte de Francia).

El chico que propuso acogerme en Reims el día 11 no acaba de trabajar hasta las 21h de la noche.
En consecuencia, para no quedarme tirado todo el día con las maletas en Reims, decido empezar el autoestop por la tarde en lugar de la mañana.
En consecuencia, se me hace de noche y a las 21h tocadas aún no ha parado nadie en mi rescate.
En consecuencia me quedo una noche más en París...
Al día siguiente decido pagar 10 euros para ir hasta Reims en coche compartido para curarme en salud.
Llego a la ciudad del vino sobre las 18h y después de hacer un poco de turismo me instalo en la estación de Reims, cansado de cargar peso. Me dispongo a comer sin hambre para hacer tiempo a que Romain – el chico – acabe de trabajar.
Entonces se me acerca un SDF, siglas francesas que dan risa de lo políticamente correctas que corresponden a "Sin Domicilio Fijo". Un vagabundo, en plata:
“Discúlpeme señor, no pretendo molestarle ni importunarle ni nada por el estilo. Por inconveniencias de la vida me encuentro desde hace un tiempo durmiendo en la calle y con el clima presente temo morir congelado.Es por eso que me permito indicarle que si me presta el teléfono móvil dos segundos eso me daría acceso gratuitamente al servicio 115 del gobierno, el cual te da derecho a una noche de alojamiento social”.
El hecho de saber por mi asociación de gitanos que esto es rigurosamente cierto me da confianza para prestarle mi móvil al vagabundo.
Los del 115 le dicen que se quede ahí que lo van a recoger y entonces el hombre, quizás porque cree que es lo que procede como agradecimiento, quizás simplemente para empezar a hacer tiempo, comienza a lamentarse:
- Usted, ¿qué es en la vida?
- Acabo de terminar mis estudios en Educación Social.
- ¿Ve? No es la carrera más reconocida, pero usted es algo.
- No creo que nadie esté tan lejos de su situación en realidad…
La expresión facial del SDF rebosa reconocimiento al oir esto y saca su botella de vino de un bolsillo interior del abrigo para brindar por la verdad que acabo de decir.
Entonces me enseña un juego para matar el tiempo. Saca siete pañuelos de papel usados. Se trata de cogerlos por turnos como máximo de tres en tres, quien acumule más gana. El truquillo para ganar es matemático con lo que me gana dos veces seguidas y a la tercera me lo explica.
Al rato se impacienta por la espera y volvemos a llamar al 115. “Están de camino”, me informa al colgar. Al instante pasa una chica junto a nuestro banco y el SDF dispara el piloto automático:
“Discúlpeme señorita, no pretendo molestarla ni importunarla, ni ligar con usted, ni nada por el estilo. Por inconveniencias de la vida, de las que nadie está tan lejos, en realidad…, me encuentro desde hace un tiempo en la calle y con el clima presente temo morir congelado.
Es por eso que me permito indicarle que si me presta el…”
Ahí pienso “vaya, parecía que sí, pero no coordina” e interrumpo:
- Pero qué haces, si acabamos de llam…
- Chst! – hace el hombre discretamente antes de que la chica pueda oírme.
Dándome cuenta de mi impertinencia me callo enseguida. A través del teléfono oigo las voces gritonas de los del 115 que están ya hasta la polla del hombre.
Se va la chica con su móvil.
– No pretendo ligar con usted – repito con sorna.
– ¿Qué?
– Que sí querías ligar con ella.
Rico, que así llaman por ironías de la calle al hombre, se descojona a boca llena y mellada. Los del 115 llegan finalmente y yo me voy con mi contacto del Couch Surfing, un controlador aéreo sindicalista que está agotado porqué está organizando una huelga a contrarreloj. A pesar de estar exhausto es súper simpático y agradable y además me da mucho morbo. Me sirve vino y me pone una película uruguaya (El baño del Papa, muy recomendable), para entonces dormírsela enterita. Dormido me da aun más morbo.

domingo, 2 de mayo de 2010

10 de Enero de 2010 (2) ...O CRUZ NECESARIA Y PODRIDA?

















París.
La expedición gay fue desoladora. El Marais fue una vez más incapaz de convencerme de sus encantos. Si lo vuelvo a visitar tendrá que ser con alguien que lo conozca bien.
Herré de una dirección para otra, unas veces encontrando sitios cerrados, otras en obras y otras no acordes con mis gustos. Me acabo estableciendo en “Le Scarron” un pequeño bar intimista-barroco-felpa-roja con unas 6 mesas y 2 camareros. Uno de ellos, visiblemente el amo del local, un cliente asiduo de gimnasio de algo más de 30 años. El otro, continuamente humillado por el patrón, una drag queen negra. Sin ánimos de sarcasmo, debe tener cojones tener que ser divertido con los clientes en esas condiciones.
La mesa de mi izquierda estaba ocupada por un grupo interesante. Se componía de tres chicos muy jóvenes y muy guapos y dos cuarentones ni jóvenes ni guapos. Uno de estos últimos, tal y como supe al conocerles, es un inmigrante colombiano de segunda generación de aspecto simplón que no habla ni jota de español y que se emperraba en hacerlo en inglés como regido por una extraña ley de compensación. El otro era una especie de Xavi (mi inimitable amigo de Barcelona), aunque se me ocurre que aún más hábil y con más margen de éxito.
Este fue el que se dirigió a mí y me invitó a que me sentara con ellos. La dinámica del grupo, e incluso del bar en determinado momento, funcionaba como una especie de corte en que el rey era el joven guapo y soltero y los más altos nobles los dos otros jóvenes emparejados.
A cada plebeyo su estilo de vasallaje personal. Proporcionadas por el jefe cachas, humilde servidor de sus Altezas las Flores de Mayo, las bebidas gratuitas corrían cual riachuelo desde la barra como si no fueran en vaso.
La pleitesía del colombiano se manifestaba de forma más estúpida y mucho menos compleja. Sencillamente no paraba de lamer torpemente con flashes a los chicos con su móvil última generación.
El cuarentón hábil, por su parte, agasajaba indirectamente al rey. No dudó en aprovechar el tema de Barcelona, que mi presencia sugería, para nublar las miradas tal vez materialistas de su público, al hablar de las excelencias del hotel Ars.
Luego, sin previo aviso, pasó a tratar a los barceloneses de drogadictos y me preguntó jocosamente si llevaba coca. Yo puse cara de duda, miré a derecha e izquierda rápidamente como para crear misterio, me palpé los bolsillos y la ropa todo lo teatralmente que fui capaz y susurré “Mierda, me la he dejado en casa”.
Esta tontería divirtió audiblemente a su alteza y sus excelencias, que no al cuarentón hábil que me propinó una mirada hostil. No tardó ni dos minutos en anunciarnos que tenía entradas para Queens, la disco gay más famosa de París.
CUATRO entradas…
Era un astuto primer ministro.
Ahora me da risa al recordarme sentado en esa situación cuya razón de ser era la celebración del 18 aniversario de uno de los guapos emparejados, que a juzgar por las caricias que me propiciaba clandestinamente me quería como regalo.
Situado fuera de juego por esa especie de Godoy parisino volví a casa de Hélène cuando cerraron el bar. Para mi enorme alegría y sorpresa, la fiesta continuaba y faltaban apenas tres personas con respecto a cómo la había dejado. Continuamos cantando y riendo hasta las 6 y media de la mañana.
Foto: Le Scarron vacío.

lunes, 26 de abril de 2010

10 de Enero de 2010. ¿CARA RISUEÑA PERO CASTA...



20h. París.
Los días en París están resultando reveladores. Tengo mucha suerte de haberme podido quedar en un piso de estudiantes y sobre todo en este en concreto.
Mi amiga Hélène vive con dos chicas griegas, Georgia y Theresa, que conoció en la Cité Universitaire, una residencia universitaria internacional que alberga a estudiantes de doctorado por casas nacionales. Además de intelectuales, estas griegas son cálidas, divertidas y de las personas más interesantes que he conocido en mucho tiempo. El piso desvela enseguida todo eso. Decoración pintoresca y descuidada, objetos frikis como una tostadora que tuesta “I love you” en el pan, una lata de salchichas de hámster de broma colocada entre las demás conservas de la cocina que siempre hace reir a los que conocen el insider y libros, libros por todos lados: de filosofía, de psicología, literarios y incluso de teología… Pero también revistas Elle y comics. Estos últimos parecen elegidos con criterio cuando les das un vistazo.
El viernes llego a este piso de la Gare de l’Est para encontrarme a una Hélène contrariada, conflictuada y jodida por temas amorosos. Salimos y me lo cuenta todo.
Ante la necesidad de animarse un poco Hélène organiza una fiesta de tranquis para el sábado por la noche. Cuando me lo dice yo llevo ya un rato elaborando mi follomapa. Es decir, llevo un rato marcando sobre un mapa de París, con la ayuda de Google y Google Maps, algunos sitios gayers interesantes para conocerlos por la noche. Le digo a Hélène que me quedaré a su fiesta a tomar algo y luego me iré.
Y esa noche resulta verdaderamente paradigmática con respeto al único motivo por el que nunca me quedaría a vivir en un sitio pequeño como Grenoble: la necesidad de un mundo explícitamente gay por podrido que esté.
En una sola noche paso de estar acompañado por un grupo de gente estimulante y viva no reunida por algo anecdótico como el instinto sexual sino por afinidad, a la frivolidad vacía, nociva e irreal del ambiente gay.
Desgraciadamente, la fuerza de la estadística hace que en ese primer ambiente dado naturalmente por afinidad el índice de chicos que puedan darme lo que mis instintos piden sea escaso sino inexistente.
En esa fiesta me reí como casi nunca me he reído. Los griegos tocaron instrumentos, algunos rarísimos, cantamos canciones y hablamos de muchas cosas entre ellas de mi viaje. Mi pizarra blanca a lo sordomudo les hizo mucha gracia en concreto…
Les parecí cómico incluso cuando con más vehemencia hablaba. Fui la causa involuntaria de estruendosas risas cuando hablando de lenguas expresé mi indignación ante la palabra francesa “pastec”(sandía). Decía yo: ¿Cómo puede una palabra fracasar tanto al tratar de evocar algo exótico, rojo y bueno como la sandía? Sandiiiaaa, en castellano sí se evoca, pero ¿"pas-tec"?...
Cuanto más se reían más serio hablaba yo y en consecuencia más se reían ellos. Y al final acabé haciéndome gracia hasta yo.
Fue duro coger el follomapa y cerrar la puerta detrás de mí.

domingo, 18 de abril de 2010

9 de Enero de 2010. PAULE O MI "MISERY" A LA FRANCESA.



París.
En Dijon me acogió David (Deivid), un coreógrafo estadounidense que ahora traduce textos especializados de danza del francés al inglés. Tiene un pisito chulísimo típico de persona culta, sencilla y tranquila, atiborrado de libros. Tiene estanterías con libros hasta en el lavabo frente al WC.
David me enseñó Dijon y me explicó donde debía ponerme para que me tomara un coche dirección París.
La salida de Dijon pintaba bastante ideal porque a partir de ese punto sólo hay autopista y esta no atraviesa ningún otro núcleo importante que no sea París, por lo que la mayoría de coches que circulaban por ahí llegan directos a la capital en apenas unas horas. No obstante, y a pesar de que conseguí coche antes del mediodía, yo no llegaría a París hasta la noche…
La mujer que me cogió se llama Paule y llevaba un coche viejo y pequeño estilo cuatro latas. Debe tener la edad de mi madre y me trató como una durante todo el viaje. Tenía un aspecto menos cuidado que mi progenitora y llevaba unas gafas redondas que le daban un aire simpático y cómico.
- Entra, entra. ¿Cómo te voy a dejar ahí nevando y con este frío? Y tranquilo, ¿eh? Nunca he tenido un accidente. Tengo que decirte que tardaré en llegar a París porque tengo que comprar un faro nuevo para el coche y quiero pararme a catar vino. ¿Te importa?
- No.
Lo que menos me importaba era lo del vino, claro.
La conversación con Paule fue agradable. Es de Dijon y había bajado para hacer fotos de la nevada y hacerle una visita nostálgica a su región. Me dio pan de especias de Dijon, que es una especie de pan abizcochado dulce súper bueno que le recordaba a su infancia. Con las manos congeladas aún del frío yo fantaseaba con una taza de chocolate caliente para mojar el pan.
Unos cientos de kilómetros después nos llevamos un chasco con lo del vino porqué la granja que hacía la degustación estaba cerrada hasta el 15 de enero. “Bueno, así llegamos antes a París” pensé yo.
De camino al taller para comprar los faros le explicaba a Paule mis prácticas con gitanos rumanos y las visitas a los campamentos. Ella se mostraba muy receptiva, con lo que me creí afortunado por estar acompañado de una filántropa. Pero esa sensación fue degenerando cuando empecé a notar que la mujer relacionaba de manera extraña a mis gitanos con un terreno perdido en un pueblucho a 100 km de París, que quería vender como fuera. Paule pensó que tal vez mi asociación estaría interesada en comprar el terreno para los gitanos. Ante semejante disparate me apresuré en responder que las asociaciones no compran terrenos así como así. Continuó hablándome de su terreno y en un momento dado me dice:
- Venga que vamos en un momento y así me dices si vale como terreno de acogida o no.
Yo estaba ejerciendo de co-piloto y casi se me cae el mapa de las manos. Hacía un rato me había indicado donde estaba el terreno y suponía dar un monstruoso rodeo al este (Como de Barcelona a Girona cuando tienes que ir a Lleida, para que me entendáis)
- Bueno… Ya con lo que me ha dicho yo creo que es muy probable que les interese… Me ha dicho que el terreno tiene agua, electricidad, 150 m2…
- 2000 m2.
- …2000 m2…
...
Esa prueba clara de mi enemistad con el sistema métrico debió aclararle a la señora mi necesidad de ver el terreno antes de hablar.
Yo seguía intentando evitar la enorme pérdida de tiempo que supondría ir al puto trozo de tierra.
- Yo creo que sí… Ya le doy los datos de la asociación y usted llama, no hay ningún prob…
- De todas formas iremos para ver cómo está.- zanjó Paule.

El secuestro no tenía razón de ser. Al llegar, ni siquiera bajamos del coche. La mujer quería meter tropecientas familias de gitanos rumanos mendigantes en un terreno en que cabía una casa, dos columpios y una piscina, en el corazón de una urbanización macro-pija de un pueblo perdido de la montaña. Estaba en manos de alguien que tenía menos luces que su coche. Al fin se contentó cuando le expliqué que era pequeñísimo, que ninguna asociación se arriesgaría a tener problemas con los vecinos de esa manera y que los gitanos en dificultad suelen necesitar una gran ciudad cerca para mendigar.
Con el faro finalmente en nuestro haber y a pesar de que la señora decidió volver a parar en un área de descanso, y de que aferrada al volante, escuchando con fervor la emisora de radio de tránsito nacional sugirió la amenaza de tenernos que quedar toda la noche allí por miedo a la helada en la carretera, llegamos a París a las 20h de la tarde. Mi amiga Hélène me esperaba en su piso.
Fotos: 1. Ocaso en el coche de Paule.
2. Dijon y la bestia.

domingo, 14 de marzo de 2010

7 de Enero de 2010. GINEBRA CON HIELO Y SIN LIMÓN



Dijon.
Empiezo a estar resfriado y está claro que me lo he trabajado. Escoger enero para atravesar los Alpes en autostop puede no ser la mejor opción. A pesar de que ya los he dejado atrás, las predicciones anuncian nieve en toda Francia.
Ayer fue un día típico de turista. Vi los edificios, el río y los puentes de Ginebra. Lo que más me llamó la atención es que no sólo hay puentes de una orilla a la otra del río también los hay a través. Puedes ir de un puente a otro a través de pasarelas, pasadizos y diques de piedra. En esos pasadizos, que ayer por la mañana estaban desiertos, me fui cagando de miedo cada vez que me cruzaba con los Sin techo que se refugian allí.
A parte de eso, turismo ortodoxo: Catedral, lago grande como el mar, Toblerone.
Creo que recordaré Ginebra como una ciudad mágica por lo glacial y estalactítico y hostil por lo mismo.
Y hoy he hecho el que creo será el día más duro de autostop del viaje. De Ginebra a Dijon. La bajada de los Alpes por puertos de montaña. 8 coches, 10 horas de viaje. Estaba tan preocupado porque se me hiciera oscuro (cosa fatal para el autopista) que no he disfrutado de todas las compañías.
Una de las personas más interesantes que me han cogido era un señor muy dicharachero de unos 60 y pico años con bigotazo estilo decimonónico de esos de bigote y patillas sin barbilla. Ha sido el primero en parar para sacarme de Suiza, después de reposicionarme al darme cuenta de que llevaba dos horas poniendo el dedo en el sentido opuesto.
Al hablarle al hombre he notado que voy a acabar muy harto de mi dinámica conversacional autostopista repetitiva si no pongo remedios imaginativos: “Gracias. Sí. Es que soy español. Barcelona. Lo es. A Ámsterdam. En autostop. Paupérrimo pero no lo hago por eso. Educación Social. Parecido a Educación especializada. ¿Conoces CouchSurfing?... (Cogiendo aire) Pues es una comunidad que funciona por internet en que…”
El bigote del hombre se debía a sus aficiones de jubilado alegre y relajado. “Hago teatro lírico, mira uno de los panfletos del asiento de atrás”. Y allí estaba el señor fotografiado entre muchos otros en un panfleto que anunciaba de forma muy bohemia “La Vie Parisienne” con pose de frívolo simpaticón. Al hombre, que hace de varios personajes en la obra, entre ellos de amante de la prota, le costaba de creerse que no conociera “La Vie Parisienne” y se ha puesto a cantarme las estrofas más famosas. Al seguir yo sin reconocer, me ha puesto el CD de una grabación en directo con el que ensaya cuando va en coche y al seguir yo con mi cara impertérrita de "no me cosco de qué me hablas" ya se ha rendido.
La segunda persona interesante eran en realidad dos en el mismo coche y no tan interesantes. Lo guay es que uno de ellos era un viejito tibetano auténtico pero sus limitaciones lingüísticas han impedido que le hiciera todas las preguntas que hubiera querido. El otro era un francés de unos 35. Cuando le he preguntado al tibetano qué hacía en Francia ha intentado contármelo con su francés precario y ha sacado el tema de que es budista y ha venido por temas relacionados con eso y le he dicho que el budismo me parece muy interesante. Entonces el tibetano ha asentido sabiamente y se ha callado ya para todo el rato (estaría meditando) y el que se ha puesto a rajar por los codos es el francés, paradójicamente empezando casi todas las frases por “Es que los occidentales…”.
Del resto del viaje he disfrutado menos como he dicho por miedo a la noche. He subido a Chateau-Châlon, un pueblo que hay encima de una montaña y he dado una vuelta rápida. Es un pueblo tan pequeño que me daba miedo que nadie fuera a salir de él en coche. Estaba escribiendo el cartel cuando por primera vez en un buen rato he oído ruido de motor. Y me he girado con tanta convicción y brío que el conductor ha tenido que bajarme de la montaña, aunque visiblemente en contra de su voluntad. Quizás para vengarse me ha dejado en plena carretera donde los coches iban a 100 km/h.
Cuando pasaba un camión se me volaba la pizarra de lo encañardados que iban. He conseguido salir de ahí y unas horas después con mucha suerte y un guante y un gorro de lana perdidos para siempre he llegado a Dijon, de noche.
Fotos: Château-Chalon
Ginebra con hielo y sin limón.

miércoles, 3 de marzo de 2010

6 de Enero de 2010 (2). RARO RARO RARO


Ginebra.
El chico que me alberga en su casa de Ginebra, Soolen, resulta ser un alemán enfermizamente tímido, por no decir raro de cojones. Me lleva a la Galérie, un bar asociación muy molón donde se venden las birras más baratas de la ciudad. El local está en un edificio antiguo y no muy alto, en una calle tranquila y harmoniosa del centro. Antes de abrir la puerta debes abrir una verja que da un pequeño patio de piedra. La nieve cubriendo el exterior y la calidez de la luz y la madera en el interior, vista a través de grandes ventanas de cuatro paneles hacen pensar en el taller de Gepetto, el padre de Pinocho. El ambiente dentro del local es parecido al de la Bretelle aunque con un aire más joven, más “hippy-asociación-refugio de montaña”. La excusa del evento es que dos de sus miembros van a improvisar con sus guitarras eléctricas.
Más que lo exacto y preciso de los suizos, el funcionamiento de la barra evoca lo caótico de una asociación. Por poner un ejemplo el precio de los vinos oscila según a qué miembro del claramente sobrecargado equipo de camareros se lo pidas y de la noción del cambio euro-franco suizo que tenga este. Hay claramente dos facciones: la pesetera y la derrocho-festiva. Uno de los camareros de este último grupo, que se parece una barbaridad a Popeye, es un hombre mayor y arrugadísimo con gorra de marinero que está borracho como una cuba. Al oírnos al alemán y a mi hablar en francés decide que somos quebequeses (de Canadá) y yo intento explicarle que no es así, hasta que propone invitarnos varias veces mientras imita “nuestro acento tan gracioso” para celebrar nuestra francofonía común. Vive le Français, alors! Lástima que luego la facción pesetera nos cobre a sottovoce con carácter retroactivo.
Y todo eso es muy normal si lo comparamos con el comportamiento de mi acompañante, el alemán, al que ya he anunciado raro como un perro verde. De él todo me parece aceptable hasta que al volver del lavabo descubro que ha sacado de su bolsa un dosier gordísimo que está leyendo. Le pregunto qué lee queriendo en realidad decir “Pero ¿qué coño haces?”. Es el plan de movilidad sostenible que ha propuesto el ayuntamiento. Ah. Luego descubro que se ha deprimido porque esperaba otros couchsurfers en el bar y le turban todos esos desconocidos que... no conoce...
Viendo el percal me pregunto cual es mi cámara. Una vez acabada una animada conversación con los camareros, me quedo un poco solo. Decido empezar a hablar con un rubito con pinta de majo que hay a mi lado. Decido romper el hielo con los siempre eficaces comentarios sobre lo directamente observable en el ambiente. Por ejemplo, en aquel caso, la improvisación con guitarra que estabamos disfrutando: “¿No te da la impresión de que es la misma canción desde el principio de la noche?”
El chico se ríe mucho con lo que deduzco que sí, le da la impresión, pero contesta que los que tocan son sus mejores amigos, con lo que la conversación no dura mucho más.
Soolen y yo no tardamos en volver en tranvía a su casa.
En la foto: Popeye empapado de vino.

lunes, 8 de febrero de 2010

6 de enero del 2010. LA MUJER VIVIDA Y EL HOMBRE SIN LUZ EN TODOS LOS PISOS


10:30
Ginebra.
El bar gay cuya apertura esperaba ayer resulta ser un nidito bohemio agradable y sencillo. Me gusta la música, la luz y enseguida me siento cómodo con la gente que hay dentro. Me instalo en una mesa. A mi derecha un chico que lee un libro. A mi izquierda más inmediata una chica que come una especie de cosa con una pinta asquerosa pero sanísima. A la izquierda más allá una pareja de lesbianas muy bonicas.
Todos excepto el chico que lee estamos dispuestos físicamente de forma abierta a la barra haciendo una especie de semicírculo. Detrás de la barra una chica de trato muy agradable y dos clientes que, enseguida noto, son los personajes principales de la comedia que está a punto de empezar. La propia composición del cuadro lo sugiere.
Uno de esos personajes es una mujer robusta con pinta de haber llevado mala vida y el otro un hombre negro claramente ebrio o en todo caso, como dicen los franceses, “sin luz en todos los pisos”.
El ambiente es extremadamente agradable a pesar de que entre sus elementos (la luz, el sabor del vino blanco que tomo y la música calurosa y sencilla que escucho) empiezo a oír una discusión proveniente de la barra. La camarera le está diciendo al hombre que le parece muy desagradable lo que le está diciendo. Se lo dice como quien habla a un amigo.
Poco a poco se eleva el contenido de la conversación, que no el tono, y la camarera le dice al hombre que "ya le está rallando" y que acabe su consumición y se largue. Entonces el hombre en lugar de irse empieza a pedir perdón y a alargar la conversación. La señora vivida de la barra interviene entonces y le pide también que se largue. Entonces el hombre vuelve con su etílico perdón y anuncia con dedo acusador que se va, no sin antes informarnos de que sabe lo que está pasando ahí: “Rengo que deciretero… Re has abugueresado”.
La camarera le mira con paciencia pero con una mirada semi-vacía que sugiere “no tengo más preguntas señoría”. Entonces la mujer vivida eleva el tono y le dice al hombre, decisiva: “¡Que te largues!”.
Y el hombre se va.
...
La primera en intervenir tras un breve silencio es la que come la cosa rara a mi lado. Dice “bravo”. Y al mirárnosla todos con interrogación se siente obligada a explicarse: “Por echarle. Has tenido mucho temple”. Las lesbianas están de acuerdo. Una de ellas dice que en situaciones como las acabadas de observar nadie se siente capaz de actuar pero que a la hora de la verdad actúas.
La mujer de la barra nos cuenta el detonante de la discusión. Al parecer todo iba bien hasta que el hombre ha dicho que "estaba seguro de que si la camarera fuese su mujer, le pegaría". Ahí la camarera se ha irritado y a pesar de los esfuerzos romántico-matizantes del hombre que ha añadido que "de todos modos, está seguro que se querrían tanto que la camarera no le denunciaría nunca a la policía", la chica se ha cargado optado por la intransigencia y ha empezado a echarle.
Al oír la historia completa la conversación del bar se convierte en un acalorado cineforum entre feministas, hacia el final del cual decido dirigirme a la barra a pagar ya que he quedado a las 19h en el centro con el chico que me alberga en Ginebra. La camarera hace su trabajo sin dejar de hablar con indignación del tema y al ver que después de haber pagado no me voy me dedica junto a la mujer vivida una mirada que significa “¿Qué quieres, sucio hombre?”.
Yo pido el nombre de una canción que ha sonado y su intérprete. Se trata de “Faites pas ci, faites pas ça” de Jacques Dutronc y me voy del bar preguntándome cuando tendré la oportunidad de escucharla en internet.
En la foto: la mujer vivida

viernes, 5 de febrero de 2010

5 de Enero del 2010. SALIENDO DE GRENOBLE


Las 18h.
Ginebra. Esperando a que abran “La Bretelle”, un sitio gay con buena pinta. He llegado a Suiza en cuatro coches desde Grenoble:
El primero lo llevaba un chico de origen argelino que me ha informado sin reparo de que las mujeres españolas son unas cachondas que viven del sexo de pago. "Lástima", ha seguido con su análisis, "que el negocio de la droga ya no sea rentable en España" porque resulta que los camellos van a medias con los aduaneros y dan el chivatazo de matrícula de los minoristas a los que venden droga y así se quedan con lo que les han dado por la droga y, además, a cambio de ir a medias con los aduaneros la mercancía vuelve a sus manos. Según este chico me parezco a un actor americano de cine de acción. No recuerda el nombre. Casi que mejor.
Mi segundo acompañante ha sido un ex militar que se salió del ejército porque estaba harto de decir “Sí, señor” y no pensar. Me ha contado el origen de la Fondue, que es savoyarda, ¡no suiza! Los pastores se iban con pan y con queso a trabajar. Al volver el pan que sobraba estaba duro y el queso revenido. Entonces lo aprovechaban todo haciendo líquido el queso fundiéndolo en vino blanco y mojaban ahí el pan.
En el peaje de Chambéry, después de esperar más de dos horas me ha cogido una mujer muy seria que justo después de decir "hola" me ha hecho notar que mi cartel en folio DINA 4, escrito con boli Bic es muy pequeño y que no se ve. Le he enseñado mi macro-pizarra blanca donde tenía pensado escribir todos mis destinos en tamaño gigante y le he explicado que el rotulador no furula. Entonces la mujer continuando fiel a su estilo lacónico se ha limitado a abrir su bolso y ha sacado como miles de rotuladores de pizarra blanca. Le he preguntado si es profe. Da una formación de Derecho Social y me ha dado un rotulador.
La última chica ha sido la más graciosa. Curiosamente la única suiza que me ha tomado. Antes de arrancar me ha hecho una serie de preguntas con el objeto clarísimo de determinar si soy un maniaco inestable.
Y cuando sorpresivamente ha arrancado, se ha pasado un cuarto del trayecto preguntándose a sí misma en voz alta qué impulsos le han llevado a recogerme y otro cuarto intentando responderse a ella misma. La otra mitad, estando ya aparentemente satisfecha con la coherencia de su conducta, la ha dedicado a contarme el viaje del que llegaba, desde la isla de Guadalupe en el que le han perdido las maletas. Le encanta la idea del CouchSurfing y le fascina la idea de mi viaje. Y así, ¡He llegado a Ginebra!¡Bien!

DIARIO DEL AMSTERPLAN

Al poco de haber llegado a Grenoble, un chico Erasmus inglés me rompió con dos palabras mis esquemas de conmiseración cuando le dije que no viajaba porque no tenía dinero: “Autostop” y “CouchSurfing”.
A partir de ese momento algo se encendió inconscientemente en mi cabeza y me puse a soñar con un viaje de presupuesto paupérrimo que combinara el ser transportado por los coches pasantes por carretera y la estancia en casas particulares de la gente inscrita en esa conocida comunidad de internet que permite albergar y ser albergado por el simple gusto del contacto con la gente.
Iba a ser un viaje iniciático por lo aventurero y temerario de su carácter y también acabático porque con este viaje, lectores… se acaban muchas cosas (¡!). Viene a cerrar una etapa, la de estudiante, la única étapa que he conocido hasta ahora. Y es que no sé cuando voy a disponer de otro mes de transición como el que me tomé este enero.
Como tampoco sé cuando volveré a hablar francés decidí que el viaje debía representar una última inmersión en la lengua. Por eso escogí recorrer toda la Europa francófona: Francia, Suiza y Walonia, la Bélgica de habla francesa. Y una vez en Bélgica, que no me convencía como meta, pensé en acabar el viaje saltando a Ámsterdam a tan solo unos cientos de kilómetros de la frontera, gran ciudad estimulante que ya tocaba visitar. Así, durante unos séis meses, me dediqué a soñar y organizar el Amsterplan.
¿Viaje gratis entonces? No tanto. Ya desde el principio tuve claro que el viaje tenías sus púas. No iba a ser gratis porque iba a costarme como mínimo largas esperas en la carretera, muchísima capacidad de organización e improvisación, la puesta a prueba de mis capacidades de comunicación y de confianza en los desconocidos, la puesta a prueba de mi paciencia y tenacidad, etc.
Aunque no puedo decir que yo disponga de cantidades industriales de todo eso sí puedo decir que el viaje me ha hecho aprender sobre los demás y sobre mí. Y aunque este viaje ha dejado mucho que desear en muchos aspectos me da pistas sobre cómo quiero que sean todos los demás.
Con Diario del Amsterplan, serie de posts que publicaré los lunes y los jueves a partir de hoy en este blog, voy a explicar el día a día de la aventura. La gente que conocí, las cosas curiosas que se hicieron o se dijeron, lo que observé, lo que descubrí sobre mí mismo y sobre la gente, las cosas que vi y las cosas que probé…

Disfruten del trayecto.

Ne pas comprendre. En el calor de la noche.


Los franceses me están sorprendiendo por su amabilidad y capacidad de acoger a los extranjeros. Te ayudan con las maletas, te ofrecen ayuda con los mapas sin que tú la pidas y te sonríen franca y claramente cuando te diriges a ellos en un sitio público.
Así pasó con Madame Vo Van, la responsable de relaciones internacionales de la Universidad cuando la fui a ver a su despacho el martes pasado. Es una de estas señoras de 50 años con pinta de realizadas, espontáneas, graciosas y ese puntillo de despiste tan cómico de las menopáusicas. Esta señora me mandó a ver a Madame Aleret que es la que tenía que inscribirme en las clases. Esta Aleret rompió la burbuja de la complacencia francesa.
Reconozco que ofrecí un mal comienzo, porque me quedé entre dos despachos sin saber a cual debía ir. Había dos madames preguntándome que quería, cada una desde su despacho. Y yo me quedé mi buen medio minuto diciendo “Madame… madame…” y buscando papeles en la carpeta, cual teniente Colombo mareado en un garaje. Tipa ríspida esta Aleret, debía estar a punto de irse a descansar o unirse al aquelarre de su departamento porque se quedó ahí de pié mirándome con cara de inquisidora sin sentarse en ningún momento.
- Vengo a inscribirme a las clases. Soy estudiante Erasmus.
- No se tiene que inscribir, debe hablar directamente con los “enseñantes”.
- Ah,… Madame Vo Van me ha dicho que usted me inscribiría…
- Pues no, debe hablar con los “enseñantes”. Blabla bla bla bla bla.
- Je ne comprends pas.
Primera cara de impaciencia. Obviamente yo no le creía mucho porque tenía demasiada pinta de querer quitárseme de encima la señora.
- Bla bla bla blá… bla bla bla bláa.
- Je ne comprends pas.
- Bla bla, de esta asignatura tiene clase por la mañana y por la tarde, bla bla…
Dijo cogiendo un papel al azar.
- Y esta. Esta es los sábados. Tiene usted clase los sábados.
- ¿Clase los sábados?
- Sí, señor, tiene usted clase los sábados.
- Pero es extraño…
- No es extraño. En Francia hay clase los sábados.
- Ah pues me parece extraño, no lo había oído nunca. En España…
- Estamos en Francia… blablablabla blablablabla
En este punto si hubiera estado en la UB ya me hubiera puesto tieso y nervioso yo también y le hubiera dicho a la señora que sabía muy bien donde estaba, muchísimas gracias, y que se limitara a hacer su trabajo. Pero efectivamente estaba en Francia y por eso opté por no extenderme y utilizar una fórmula que se ha revelado como muy prometedora para los franceses hostiles:
- Je – ne – comprends – pas.
Relax. Notaba la tranquilidad fluyendo por mis venas. Empezando a ofrecer un contraste muy bonito con mi entorno.
- Bla bla bla bla, bla blá.
- Je – ne – comprends – pas. Qué es “enseñante”? profesor?
- Bla bla bla bla, ñañañañañaña ña ña!!
Y es verdad que no la entiendo, pero estoy ahí disfrutando de unas contorsiones faciales galas de primera categoría con un zen hispánico bastante sorprendente (o flema catalana, en eso no me voy a detener.)
Porque a ver, ¿qué es más importante: lo que decimos o lo que no decimos? ¿No es a veces más sabio decir sin decir? Eso es lo que me ha sugerido la última película que he visto.
"En el calor de la noche" es una película de 1967 dirigida por Norman Jewinson, director de la gran comedia de 1989, "Hechizo de Luna".
Años 60. Pueblecito de Misisipi. Los policías de una comisaría de policía corrupta buscan al culpable de un crimen que se acaba de cometer. Encuentran a un negro en la estación y sin hacerse más preguntas lo detienen como culpable (que no como sospechoso).
El hombre no ofrece resistencia y se deja llevar. En la comisaría responde estrictamente a lo que le preguntan. Las preguntas del jefe de policía presuponen la culpabilidad del hombre. “¿Con qué le golpeó? ¿Cómo le mató?”.
Al revolver entre sus cosas encuentran su placa de policía.
Después de un momento de estupefacción general siguen tratándole como a una mierda. Llaman a la oficina para la que trabaja el negro (Virgil Tibbs, interpretado por Sidney Poitiers) y el jefe de la oficina de Tibbs les explica que están delante de su especialista en homicidios y que pueden contar con él para resolver el caso. Esto a mí me hizo personalmente muchísima gracia.
Al jefe de policía corrupto, que está acostumbrado a encerrar cuanto antes a quien sea cuando pasa algo en el pueblo, no le hace ninguna gracia contar con el negro. Por no hablar de la gracia que le hace a Virgil Tibbs. Este, empieza a trabajar entre insultos, desconfianzas y gestos feos en general, hasta que descubre hasta qué punto les resbala en la comisaría quién ha matado al tipo. Entonces se niega a entregar los resultados de la investigación y lo detienen por ello.
Pero el asesinado resulta ser alguien muy influyente y su mujer se huele que el único que quiere esclarecer el asunto es Virgil Tibbs así que fuerza al jefe de policía a contar con el negro en el caso.
Y llegados hasta aquí les tengo que confesar, lectores, que a un servidor se la trae al fresco quien hizo qué y cómo cuando ve thrillers policiales como género y que esta película me ha interesado por otras razones.
La grandeza del personaje de Virgil Tibbs reside en toooodo lo que dice cuando no dice nada. Se trata de una persona apasionada por lo que hace que consigue desarrollar esa pasión en un clima absolutamente hostil e irracional. Hay un momento de la investigación en que todo el mundo está convencido de que van a matarle. Hay un grupo como del Kuklux Clan que lo arrincona en un par de ocasiones. Le insultan, le preguntan por qué viste como un blanco… Al pasar junto a un campo de algodón en el que trabajan negros el jefe de policía le dice con socarronería “de menuda se ha librado, eh?”. Tibbs no contesta nunca.
Imaginemos que el personaje hubiera hablado. En caso de decidir hacer un discurso ante este público, ¿Por dónde se empieza? Luther King hacía discursos pero se dirigía más bien a los negros. ¿Había que defender aquí la dignidad verbalmente? ¿Explicar que el negro es sólo un color? ¿Que tiene sentimientos? ¿Que es listo?, ¿que tiene estudios?
La elocuencia de lo que no se dice en esta película, acompañada de un lenguaje no verbal muy bien interpretado por su protagonista y de su constancia racional produce incluso un cambio de actitud de uno de los personajes del film. ¡Milagro! El jefe de policía empieza a aprender lo que nadie le ha explicado, lo que no hace falta explicar y trata a Tibbs como un ser humano sin que este se lo pida.
La película nos sumerge también en esa sensación de estar “atrapados en azul” (“ellos me protegen de ti, ¿de ellos quién me va a proteger?”, cómo canta Ismael Serrano). Vemos a una policía que actúa con desidia en el calor de la noche, a la que le basta una prueba para condenar a alguien, que actúa bajo presión de otros poderes, que no trabaja, que no sabe lo que es justicia. Por lo indigesto que supondría tragarse el orgullo de que un negro vaya a superarle en algún aspecto vemos como el jefe de policía empieza a investigar de verdad probablemente por primera vez en su carrera.
La peli es, concluyendo, un buen testimonio de la historia de la segregación racial en Estados Unidos y de cómo un hombre la combatió en silencio. Y es que los panfletos suelen entorpecer las historias. El silencio desolador, una larguísima escena de una niña recorriendo un campo desierto de Castilla en el Espíritu de la colmena me cuenta mucho más de la post-guerra española que mil discursos tendenciosos en Silencio roto.

Vicky Cristina y Yoli


¿Habéis oído alguna vez la expresión “Estás en el mundo porque tiene que haber de todo”? Probablemente sí pero no estabais lo bastante aburridos como para poneros a analizarla. No pasa nada, aquí está Jose para hacerlo por vosotros… Es una frase por un lado fea y por el otro bonita. A quién se la digas le estás llamando friki, pero a la vez estás reconociendo que la variedad y diversidad son importantes. Y eso no es ninguna tontería en un mundo en que parece que todos tengamos que ser iguales.
En su última peli Woody Allen saca a flote esa diversidad del género humano y además confronta las diferencias. Confronta fundamentalmente personajes y maneras de pensar. Lo hace con agilidad y ritmo.
Vicky y Cristina (Rebecca Hall y Scarlett Johansson). La morena y la rubia. La más convencional y la menos convencional. La que va experimentando y decidiendo y la que tiene valores firmes que se acaban yendo secretamente al traste.
Pero también pueden compararse Vicky y María Elena (Penélope Cruz), la anglosajona convencional y la artista española loca, María Elena y Cristina, la artista loca y la americana tranquilita, Juan Antonio (Javier Bardem) y Doug (Chris Messina), el latin lover pedante y el yuppie. Europa y América, lo convencional y lo no convencional.
Empecemos por esto último. En esta película se toma partido por lo no convencional porque en el caso de esta historia representa lo auténtico. La vida de Vicky, la morena, es una mentira y la de Cristina es una verdad cocinada a fuego lento que acaba por cortarse. Buscando la pasión llega a ser el muro maestro de una atípica relación de tres. La mentira de Vicky en cambio es tan mentira que hasta su coprotagonista (Doug, el novio cornudo de Vicky) se cree que la historia es al revés y que la amargada es Cristina. Es apasionante lo que da que pensar Doug cuando dice:
“Yo quiero a Cristina porque es tu amiga pero te he advertido sobre ella. No es una persona feliz. No puede cubrir el papel de la autoimagen que se creó de mujer especial, artista tratándose de encontrar a sí misma… Desprecia las convenciones y valores normales. Es un tópico aburrido.”
Se ve venir enseguida lo que va a pasar con la morena. Cuando ves a esta americana tan recta, tan judgamental , tan analítica y tan segura dices “uuuuuy… cómo te vas a ver!”
¿Será así también en la vida real este asunto? ¿Cuánto más uptight y cuadriculada es una persona más caótica es en realidad?
¿Es el personaje de Penélope Cruz, esa pintora española loca, más coherente que el de Vicky? Es como si fuera imposible que alguien que haya escrito el personaje de Vicky haya podido escribir también el de María Elena. Y eso es muy buena señal. Así de complejos son los dos, así de creíbles, cada uno en su cultura y en su manera de hablar propia y así de bien interpretados.
Penélope Cruz logra ser una especie de Yoli bohemia impresionante. Tengo que decir que siempre que la veo fuera del cine (anunciando cremas y pisando alfombras rojas) se me olvida que es buena actriz – porque debe caerme mal – pero en cada película vuelve a sorpréndeme, siempre me la creo. Y en un papel como este en que es tan fácil hacerlo fatal tiene especial mérito. Entre Belle Époque, Jamón Jamón, la Niña de tus ojos y ésta película creo que se ha ganado hace tiempo un buen puesto en la especialidad de histerismo cañí.
En cuanto a la confrontación Europa y América hay que decir que personalmente Woody Allen me ha hecho desear con fuerzas visitar su Barcelona. Te mete tan bien en el rollo bohemio mediterráneo (hedonismo, vinito, conversación sobre cosas más o menos de verdad…) que a nadie le apetece salir de él. De hecho creo que el director consigue que el novio de Vicky nos moleste a todos cuando en medio de una de esas cenas barcelonesas a la luz de las velas la llama por teléfono desde Nueva York para hablar de casas con canchas de tenis y urbanizaciones.
En algún momento de la película el director hace esta comparación de culturas de manera muy directa. Se habla de algo como “dejar atrás el materialismo anglicano”. Dentro de este anglicanismo parecen entrar las convenciones de las que ya hemos hablado.
Confrontaciones a un margen este filme toca otros asuntos que me interesan. Por ejemplo el amor por admiración, la seducción o el amor entre tres.
¿Es necesario admirar para querer? Yo por ejemplo si no admiro no me enamoro y parece que Woody Allen va por ahí también. Vicky va queriendo como puede a su prometido porque es the right person pero no es hasta que llega alguien a quién admirar que cae en las garras del amor. Otro tema es cómo pueden admirar a un personaje tan poco admirable a mi juicio. El personaje de Bardem sería demasiado irritante si no fuera porque Allen también sabe reírse de él. Es especialmente bueno cuando empitona a Pe en castellano y luego cuando esta se pone agropecuaria le pide en inglés que respete a Cristina y hable “in English”.
Personalmente perdono a Woody Allen (para que pueda dormir mejor) las salidas de tono que pueda tener a nivel cultural en la peli. Como cuando ameniza las imágenes de Oviedo con el Entre dos aguas de Paco de Lucía, ese asturiano universal.
Como conclusión diría que esta película sin ser “de risa” es divertidísima. La historia está trabada de manera que rebosa ironía. Como me dijo Madame Blavatsky en la película la ciudad es un personaje más. Y tengo que decir que yo esa Barcelona no la conozco, lo que no quiere decir que no exista o que no la quiera conocer un día.

EL MUNDO AL REVÉS. Lugares comunes.


Existe el mundo al revés.
Hay familias que se decepcionan cuando en la vida te dedicas a hacer dinero, criar hijos y tener trabajo fijo. Hay familias en las que has fracasado cuando no has dedicado la mayoría del tiempo a hacer algo que te gusta. Cuando no has cogido nunca una guitarra para jugar con ella, cuando no has fantaseado con viajes, cuando no has “perdido el tiempo” experimentando. Hay familias en las que divertirse no está mal visto.

Todo eso descubres cuando ves Lugares Comunes de Adolfo Aristarain.


Lily y Fernando (Mercedes Samprietro y Federico Luppi) son un matrimonio maduro que vive en Buenos Aires. Él es un profesor de literatura universitario y ella es una de esas mujeres sabias y sencillas de las que te vas enamorando cuando las vas conociendo. Son un matrimonio enamorado que ha ido tejiendo su historia a fuerza de confidencias y compartir. Viven de sueños e ideas.
Lily y Fernando tienen un hijo en España. No están orgullosos de él. Viven frustrados con su hijo porque teniendo apoyo para dar rienda suelta a su creatividad, éste decide en cambio irse a España a vivir el sueño europeo. Tiene dos coches, dos hijos enjaulados, una mujer con la que se casó porque no había otra y que se enfada cuando trae visitas y un trabajo en que no hace más que tragar. Vive en un chalet adosado a las afueras de Madrid.

Del otro lado, sus padres viven en esa Argentina agonizante en que las pensiones no te dan ni para pipas, en que hay que hipotecarse para vivir y vivir además rodeado de corrupción. Al pobre Luppi lo prejubilan de profesor de literatura. Deciden ir a ver a su hijo a España y allí ocurre la bronca, el choque de mentalidades invertido: "No has hecho lo que querías. Sólo lo que debías." Surrealista.
En el momento piensas “No hay para tanto, el hijo que haga lo que quiera, ¿qué es eso de que le ha decepcionado?”. Pero al final de la película comprendes. ¿Qué vida ha valido más la pena ser vivida? ¿La bancarrota de felicidad ranqueante en un país que se va al infierno o el infierno desahogado en la prostitución laboral del primer mundo?

Tenemos poco tiempo. Yo me quedo con la bancarrota.

EMPEZAMOS CON UN REVIVAL: Mary Poppins


Como método ameno para aprender idiomas se me ocurrió volver a las películas de mi infancia porque pensé que los diálogos me sonarían y serían fáciles por ser para niños. Por eso me he puesto a bajar películas de Disney en francés y en inglés. La verdad es que es que el método funciona, a pesar de que todas las canciones me parecen una aberración sólo por no ser como cuando era pequeño. Pero lo más interesante es que estoy haciendo revisionismo de las películas. Una revisión sugerente es la que me ha surgido con Mary Poppins.
De pequeño me gustaba, a pesar de que la prota me parecía una tía insoportable. Ahora me parece incluso una buena película inteligente y hecha con intención . Alguna vez he oido que los niños captan la ironía pero en mi caso debía ser algo zoquete porque ahora veo lo mucho que se me escapó con esta peli.
Como ya sabéis Poppins es una nanny inglesa que llega a una familia de clase media-alta londinense para hacerse cargo de dos niños: Jane y Michael. La familia la forman un padre obsesionado con el control, el dinero, la exactitud y la corrección, una madre dulce y bienintencionada pero sin personalidad, unas criadas gruñonas y dos niños que conservan lo que tienen de bueno los niños.
Entramos en la historia con la presentación de los distintos personajes y del hogar familiar. Calle del Cerezo nº 17. Lovely Barrio residencial burgués inglés, con sus lovely jardines y sus lovely verjas negras. Al acercarnos a la casa vemos que nada es lo que parece y el domicilio de los Banks no es precisamente un hogar ideal: Los niños se han perdido en el parque porque hacen lo que les da la gana.
La madre de los niños, ajena a todo, llega repartiendo y cantando panfletos sufragistas mientras ensalza la lucha del género femenino en la Inglaterra del siglo pasado. (Las sufragistas son esas mujeres que se jugaban la vida distribuyendo panfletos políticos y lanzando huevos podridos al primer ministro de turno para exigir el derecho al voto). Cuando al fin se entera de que los niños han desaparecido teme la reacción de su marido y vuelve a la realidad: “esconde esto Ellen, al Señor Banks no le gustan mis ideas políticas…”.
Su marido es George Banks, ese padre de familia, gentleman inglés típico que se cree el centro de su hogar y que cree que su país es el centro del mundo. Que se vanagloria de tenerlo todo bajo control… Primera escena- primera carcajada burlona.
Llega de forma triunfal: “Ser hombre en Inglaterra bella cosa es, el hombre lo es todo en 1910, el señor de mi castillo (…). A los sirvientes, mujer, niños, vasallos… trato firme pero cortés”. Este señor de su casa (casa, en que su consorte lleva una carrera política clandestina y los niños van a niñera por semana) tendrá que ver como una mujer le pasa la mano por la cara repetidas veces.


Mary Poppins se presenta como una inglesa fría y displicente des del principio. Llega tiesa como un palo y así se mantiene. No obstante, poco a poco vamos descubriendo que seguramente se trata de una guasona de marca mayor. Como cuando pide a los niños que se sienten como Dios manda cuando están tomando té en el aire y la mesa está flotando o cuando niega haber hecho toda la magia que ha hecho durante la peli: “¿Cómo os atrevéis? Una mujer respetable como yo…”.
Bajo mi punto de vista con estas presentaciones se nos ofrece un mordaz retrato de la Inglaterra de 1910, seguramente con algo de mala hostia revanchista americana post-segunda guerra mundial.
La película entera puede entenderse como una enorme burla a la idea de hegemonía mundial encarnada en George Banks y en otros personajes como los banqueros del final de la película. De hecho creo que hay una reflexión sobre la idea de autoridad en general. En el film se contrapone la figura de Mary Poppins con la del padre de familia: la autoridad gratuita y arbritaria frente a la autoridad conseguida a través de lo que se comparte. A través de la maravilla, de lo curioso, de lo pequeño.
La Nanny les descubre a Jane y Michael el misterio sobre su padre: “es una persona que no ve más allá de sus narices”. Es decir no ve la belleza, no ve lo gracioso. “No se atreve a ver” como diría Ricky Fitts, “no sabe ni con qué siente placer”, como diría Amélie Poulain.
Y esa es la grandeza del personaje de Mary Poppins, que de pequeño no supe ver. Aparentemente disciplinada, la nanny está en realidad riéndose a carcajada limpia del antiguo significado del concepto autoridad y le está dando un nuevo significado más bueno para todos.
Esa contraposición de personajes tiene además tintes protesta. Por la moralina social que desprende su tema principal esta película la podría muy bien haber firmado Frank Capra.
Al principio del desenlace de la película, Poppins les explica a los niños que al día siguiente irán con su padre al banco y verán a una mujer mayor sentada en las escaleras de la catedral vendiendo comida para las palomas. Les transmite la belleza de la estampa y se duermen soñando con ver a la señora.

Y ahí es cuando la peli se pone casi anti-sistema. Los niños van al banco con su padre y este efectivamente ni ve a la señora. ¿Por qué un Winner como él iba a ver a la Looser que vende mierda para las palomas? En el banco vemos como el señor Banks induce a los niños a entrar en el engranaje capitalista dándole a un grupo de banqueros decrépitos dos peniques. Los niños que aún conservan algo de poesía deciden que los dos peniques son para dar de comer a las palomas y entonces se produce la escena más frankcapriana de la peli: Los banqueros peleándose con los niños por las monedas y el pueblo inglés que presencia la escena exige q se le devuelva todo el dinero de sus cuentas…
A riesgo de pecar de corporativista diría que Mary Poppins se acaba revelando como una especie de proto-educadora social con sus objetivos, su metodología, su proyecto, su temporalización e incluso su previsión del conflicto. No hay duda de que emprende un proceso de cambio integral en la familia que la acoje.
Como aspecto negativo, el personaje de Bert, que me sigue haciendo chichones. Para quien no sepa quien es, hablo del cruce entre Fred Astaire y Jim Carrey, que hace de amigo de Mary Poppins y que está presente en los momentos más aburridos de la peli. Podrian haber escogido a un actor menos histriónico.

Cine y vida

Ya tengo blog! Ha llegado el verano y oficialmente ya no tengo excusa; ya puedo campar a mis anchas y escribir mis discursos sobre las cosas sin que la gente poco abierta al monólogo pueda protestar.

Lo de poder llevar un blog es cuestión de organización. Tengo un amigo que es un crack porqué hace de todo en la vida: estudia, trabaja, participa en organizaciones, está metido en política, hace excursiones, opina, protesta, ama,...y es dinámico en general... Y aún tiene tiempo de escribir un blog. Me comentaba hace un rato que esta noche hasta había estado dándole vueltas en encontrar un hueco para la redacción de su nota de suicidio. Y es que... el que está motivado saca tiempo de donde sea para hacer lo que quiere...

Así que no voy a ser yo menos. He pensado que en este blog voy a escribir sobretodo de cine, pero a partir del cine también de mí y de todo lo que me apetezca. Creo que me puede gustar mucho porque el cine es lo que más me hace pensar, es el código cultural que más me ha dado y no deja de ser algo paradójico que sólo me pueda expresar sobre él escribiendo. Con esto quiero decir que la literatura no es tanto lo mío así que pido a mis amigos filólogos – en tanto que lectores potenciales de estas humildes líneas – que no me sean pejigueras con la cosa idiomática.
Al resto del posible crowd, os explico que vivo con 3 filólogos y he presenciado discusiones eternas sobre si se dice pelandusca o pelandrusca, con lo fácil que es decir puta.

El título del blog lo he cogido de American Beauty que es la peli que más me ha impactado hasta ahora. Como quiero que este sea un blog de alguna manera contemplativo, creo que tiene relación con el sentido de la peli. Aquí explicaré lo que me parece bonito y lo que no, lo que me fascina y lo que no.
Quiero avisar ya en esta primera entrada de que tengo un temor maligno: es posible que no pueda evitar a veces destripar alguna peli así que recomiendo a los que quieran verla y no lo hayan hecho que no me lean. Dicho todo esto, hasta otro día! Quería empezar a escribir hoy pero me he dejado en casa la notas que había tomado.

Atraverse a ver todos!!