domingo, 14 de noviembre de 2010

13 de Enero de 2010. RICO, EL VAGABUNDO.









St. Quentin, Picardie (Norte de Francia).

El chico que propuso acogerme en Reims el día 11 no acaba de trabajar hasta las 21h de la noche.
En consecuencia, para no quedarme tirado todo el día con las maletas en Reims, decido empezar el autoestop por la tarde en lugar de la mañana.
En consecuencia, se me hace de noche y a las 21h tocadas aún no ha parado nadie en mi rescate.
En consecuencia me quedo una noche más en París...
Al día siguiente decido pagar 10 euros para ir hasta Reims en coche compartido para curarme en salud.
Llego a la ciudad del vino sobre las 18h y después de hacer un poco de turismo me instalo en la estación de Reims, cansado de cargar peso. Me dispongo a comer sin hambre para hacer tiempo a que Romain – el chico – acabe de trabajar.
Entonces se me acerca un SDF, siglas francesas que dan risa de lo políticamente correctas que corresponden a "Sin Domicilio Fijo". Un vagabundo, en plata:
“Discúlpeme señor, no pretendo molestarle ni importunarle ni nada por el estilo. Por inconveniencias de la vida me encuentro desde hace un tiempo durmiendo en la calle y con el clima presente temo morir congelado.Es por eso que me permito indicarle que si me presta el teléfono móvil dos segundos eso me daría acceso gratuitamente al servicio 115 del gobierno, el cual te da derecho a una noche de alojamiento social”.
El hecho de saber por mi asociación de gitanos que esto es rigurosamente cierto me da confianza para prestarle mi móvil al vagabundo.
Los del 115 le dicen que se quede ahí que lo van a recoger y entonces el hombre, quizás porque cree que es lo que procede como agradecimiento, quizás simplemente para empezar a hacer tiempo, comienza a lamentarse:
- Usted, ¿qué es en la vida?
- Acabo de terminar mis estudios en Educación Social.
- ¿Ve? No es la carrera más reconocida, pero usted es algo.
- No creo que nadie esté tan lejos de su situación en realidad…
La expresión facial del SDF rebosa reconocimiento al oir esto y saca su botella de vino de un bolsillo interior del abrigo para brindar por la verdad que acabo de decir.
Entonces me enseña un juego para matar el tiempo. Saca siete pañuelos de papel usados. Se trata de cogerlos por turnos como máximo de tres en tres, quien acumule más gana. El truquillo para ganar es matemático con lo que me gana dos veces seguidas y a la tercera me lo explica.
Al rato se impacienta por la espera y volvemos a llamar al 115. “Están de camino”, me informa al colgar. Al instante pasa una chica junto a nuestro banco y el SDF dispara el piloto automático:
“Discúlpeme señorita, no pretendo molestarla ni importunarla, ni ligar con usted, ni nada por el estilo. Por inconveniencias de la vida, de las que nadie está tan lejos, en realidad…, me encuentro desde hace un tiempo en la calle y con el clima presente temo morir congelado.
Es por eso que me permito indicarle que si me presta el…”
Ahí pienso “vaya, parecía que sí, pero no coordina” e interrumpo:
- Pero qué haces, si acabamos de llam…
- Chst! – hace el hombre discretamente antes de que la chica pueda oírme.
Dándome cuenta de mi impertinencia me callo enseguida. A través del teléfono oigo las voces gritonas de los del 115 que están ya hasta la polla del hombre.
Se va la chica con su móvil.
– No pretendo ligar con usted – repito con sorna.
– ¿Qué?
– Que sí querías ligar con ella.
Rico, que así llaman por ironías de la calle al hombre, se descojona a boca llena y mellada. Los del 115 llegan finalmente y yo me voy con mi contacto del Couch Surfing, un controlador aéreo sindicalista que está agotado porqué está organizando una huelga a contrarreloj. A pesar de estar exhausto es súper simpático y agradable y además me da mucho morbo. Me sirve vino y me pone una película uruguaya (El baño del Papa, muy recomendable), para entonces dormírsela enterita. Dormido me da aun más morbo.