domingo, 2 de mayo de 2010

10 de Enero de 2010 (2) ...O CRUZ NECESARIA Y PODRIDA?

















París.
La expedición gay fue desoladora. El Marais fue una vez más incapaz de convencerme de sus encantos. Si lo vuelvo a visitar tendrá que ser con alguien que lo conozca bien.
Herré de una dirección para otra, unas veces encontrando sitios cerrados, otras en obras y otras no acordes con mis gustos. Me acabo estableciendo en “Le Scarron” un pequeño bar intimista-barroco-felpa-roja con unas 6 mesas y 2 camareros. Uno de ellos, visiblemente el amo del local, un cliente asiduo de gimnasio de algo más de 30 años. El otro, continuamente humillado por el patrón, una drag queen negra. Sin ánimos de sarcasmo, debe tener cojones tener que ser divertido con los clientes en esas condiciones.
La mesa de mi izquierda estaba ocupada por un grupo interesante. Se componía de tres chicos muy jóvenes y muy guapos y dos cuarentones ni jóvenes ni guapos. Uno de estos últimos, tal y como supe al conocerles, es un inmigrante colombiano de segunda generación de aspecto simplón que no habla ni jota de español y que se emperraba en hacerlo en inglés como regido por una extraña ley de compensación. El otro era una especie de Xavi (mi inimitable amigo de Barcelona), aunque se me ocurre que aún más hábil y con más margen de éxito.
Este fue el que se dirigió a mí y me invitó a que me sentara con ellos. La dinámica del grupo, e incluso del bar en determinado momento, funcionaba como una especie de corte en que el rey era el joven guapo y soltero y los más altos nobles los dos otros jóvenes emparejados.
A cada plebeyo su estilo de vasallaje personal. Proporcionadas por el jefe cachas, humilde servidor de sus Altezas las Flores de Mayo, las bebidas gratuitas corrían cual riachuelo desde la barra como si no fueran en vaso.
La pleitesía del colombiano se manifestaba de forma más estúpida y mucho menos compleja. Sencillamente no paraba de lamer torpemente con flashes a los chicos con su móvil última generación.
El cuarentón hábil, por su parte, agasajaba indirectamente al rey. No dudó en aprovechar el tema de Barcelona, que mi presencia sugería, para nublar las miradas tal vez materialistas de su público, al hablar de las excelencias del hotel Ars.
Luego, sin previo aviso, pasó a tratar a los barceloneses de drogadictos y me preguntó jocosamente si llevaba coca. Yo puse cara de duda, miré a derecha e izquierda rápidamente como para crear misterio, me palpé los bolsillos y la ropa todo lo teatralmente que fui capaz y susurré “Mierda, me la he dejado en casa”.
Esta tontería divirtió audiblemente a su alteza y sus excelencias, que no al cuarentón hábil que me propinó una mirada hostil. No tardó ni dos minutos en anunciarnos que tenía entradas para Queens, la disco gay más famosa de París.
CUATRO entradas…
Era un astuto primer ministro.
Ahora me da risa al recordarme sentado en esa situación cuya razón de ser era la celebración del 18 aniversario de uno de los guapos emparejados, que a juzgar por las caricias que me propiciaba clandestinamente me quería como regalo.
Situado fuera de juego por esa especie de Godoy parisino volví a casa de Hélène cuando cerraron el bar. Para mi enorme alegría y sorpresa, la fiesta continuaba y faltaban apenas tres personas con respecto a cómo la había dejado. Continuamos cantando y riendo hasta las 6 y media de la mañana.
Foto: Le Scarron vacío.